Aunque no se puede forzar el diálogo, se lo puede alimentar. Se pueden crear condiciones para favorecerlo. Nuestro trabajo teórico se centra en la identificación de climas personales e interpersonales que lo alimentan o desalientan. Estas condiciones incluyen el clima interno y la perspectiva del mediador.

El diálogo requiere al principio un mediador que ayude a configurar este campo de indagación, y pueda encarnar sus principios e intenciones. Pero no se trata del tradicional liderazgo “grupal”. El mediador no debe operar como “promotor, “líder” ni “causa”  de la sesión. El diálogo se debe considerar como un proceso que no posee una “causa” única. La conversación es fruto del esfuerzo colectivo y no depende de la inteligencia de un individuo. Con el tiempo el proceso debe evolucionar hacia la mediación colectiva, reduciendo gradualmente la intervención del “experto”.

¿Entonces para qué se necesita un mediador? Porque el proceso del diálogo es un territorio desconocido donde pueden surgir emociones difíciles y malentendidos, y porque los mediadores experimentados saben orientar a la gente durante las crisis. Ello requiere una amplia gama de aptitudes: suscitar y refinar la atención colectiva del equipo, intervenir en sistemas sociales complejos, y examinar las rutinas defensivas. El mediador debe estar alerta a sus propias reacciones defensivas, y ser sensible a todos los aspectos de una polarización.

Por ejemplo, en un diálogo que David Bohm condujo en Israel, un participante se levantó y declaró: “El problema de Israel es el sionismo”. Otra persona se levantó aireadamente y adoptó la posición contraria. El mediador tendría que abarcar ambas perspectivas sin votar externamente por ninguna, permitiendo que la indagación trascienda el atasco de esta tradicional polarización. ¿Cuál es el terreno intermedio entre ambos polos? Esto no se puede explicar si los mediadores no ayudan a crear el espacio apropiado.

 

Escrito por William Isaacs para la 5ta disciplina en la práctica de Peter Senge

 

Les dejo de acuerdo al libro algunas preguntas para el mediador:

¿Cómo oigo lo que se dice aquí?

¿Quién soy cuando escucho aquí?

¿Qué soy en esta escena?

¿Desde qué parte de mi mismo escucho?

¿Soy “Ellos”? ¿Soy el silencio? ¿Soy mis ideas? ¿Soy mis turbaciones?

¿Dónde están los factores que podrían estirar o fragmentar el continente?

¿Quién se encuentra aquí en una posición emocional más débil?

¿Quién buscará aplausos?

¿Quién querrá ajustar y mejorar el proceso?

¿Quién querrá reñir con el mediador?

¿Quién querrá oponer objeciones al proceso? (*)

 

(*) Parte del material de estas preguntas deriva del trabajo de Cliff Barry sobre cómo identificar y sanar las heridas que la gente lleva a los grupos.

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