Ya sabemos que podemos cambiar. Ya tenemos compromiso para lograrlo – el convencerte de que ese cambio es bueno para vos-. Aprendimos que debemos poner pausa y que necesitamos voluntad. También quedó claro que frente a situaciones amenazantes, estemos conscientes o no de ellas, el cerebro tenderá a las reacciones e impulsos, enemigos del cambio, y a lo conocido y familiar, lo opuesto al nuevo del cambio. Estos conocimientos son claves cuando estamos queriendo cambiar. Ahora veamos cómo cambiamos utilizando nuestro aliado más importante: nuestra mente.

David Rock, Jeffrey Schwarts y colegas crearon una fórmula para descifrar cómo el cerebro puede lograr una mejora en el rendimiento creciendo, adaptándose, reinventándose y desarrollándose. Es decir, cómo cambiar tu cerebro para que, en definitiva, cambies vos. Esta es la fórmula de la estabilidad dinámica o cambio positivo. El cambio positivo se logra por una combinación de las expectativas que nos creamos – muestro futuro- y las experiencias que vivimos en nuestra vida – nuestro presente y pasado-, multiplicadas por la densidad de atención positiva – a qué y cómo y cuánto le prestamos atención-, multiplicadas por el poder de vetar – nuestra capacidad consciente de decidir “no” a hacer algo que el cerebro de manera voluntaria decidió hacer-. A partir de estos cuatro elementos de la ecuación para ayudarte a cambiar desarrollaré los siguientes y últimos capítulos de EnCambio.

CAMBIO POSITIVO = (EXPERIENCIAS + EXPECTATIVAS) x ATENCIÓN POSITIVA x PODER DE VETAR

Antes, te resumo: los sistemas en estabilidad dinámica – los que cambian de manera positiva-, como tu cerebro, evolucionan en el tiempo desarrollándose con más complejidad e incorporando nuevas habilidades. Es por esto que debes considerar el hecho de cambiar como un “seguir aprendiendo”. Una vez que esas habilidades hayan sido incorporadas, podés enfrentar el futuro, siempre incierto, de manera más efectiva. Pero, sin embargo, la sociedad y la cultura promueven que nos comportemos como sistemas cerrados. Nos conducen por el carril “correcto”, llevados por la necesidad de hacer las cosas “bien”, dejándonos rígidos ante la posibilidad de responder de manera eficaz a las condiciones cambiantes del contexto y a la información que recibimos. Como veremos en detalle, más adelante, uno puede cambiar combinando nuevas experiencias que modifiquen el cerebro con nuevas expectativas que provean una motivación positiva. Dicho de otra forma, agregar a tu vida expectativas por ciertos resultados deseados -usando tu compromiso de querer aprender-. Además, agregar experiencias nuevas y positivas, y a eso multiplicar la cantidad y calidad de atención que les vas a prestar a esas experiencias. Y todo esto, multiplicarlo por el poder que tenes para decir que no a los impulsos, reacciones automáticas y hábitos que no te hacen bien – utilizando, por ejemplo, la pausa y tu voluntad, que te arrastran a repetir eso que no funcionó-. Cuando hacemos esto de manera consistente en el tiempo, obtenemos nuevos cables, nuevos hábitos mentales. Cambiamos. A nivel cerebral, cambiar no se trata de romper o hacer desaparecer mapas cerebrales que te llevan a comportarte de una u otra forma que ya no te beneficia, sino de que esos mapas sean reemplazados por otros “mejores”, más sanos o condecentes con lo que vos querés para vos y tu vida a largo plazo.

(*) Tomado del libro EnCambio de Estanislao Bachrach

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