Con el término “teoría” aludo a un conjunto fundamental de proposiciones acerca del funcionamiento del mundo, el cual se ha sometido a repetidas verificaciones y se ha ganado cierta confianza. Nuestra palabra “teoría” deriva de la raíz griega theo-rós, que significa espectador. Ella proviene de la misma raíz que la palabra “teatro”. Los seres humanos inventamos teorías por las mismas razones por la cuales hemos inventado el teatro: para escenificar en un espacio público ideas que nos ayuden a comprender mejor el mundo.
Es una pena que hoy hayamos olvidado el sentido más profundo de teoría. Para la mayoría de nosotros, teoría se relaciona con “ciencia”. Sugiere algo frío, analítico e impersonal. Nada está más lejos de la verdad. El proceso por el cual los científicos generan nuevas teorías está lleno de pasión, imaginación y la euforia de ve algo nuevo en el mundo. Como ha dicho Buckminster Fuller, “la ciencia consiste en poner orden en los datos de nuestra experiencia”.
Las nuevas teorías penetran en el mundo de los asuntos prácticos cuando se traducen en métodos y herramientas. “Método” deriva del griego méthodos, que significa buscar objetivos específicos. La palabra evolucionó hasta cobrar su significado actual: un conjunto de procedimientos y técnicas sistemáticas para abordar asuntos o problemas determinados.
“Herramienta” alude a un objeto, generalmente de hierro, que se utiliza para realizar trabajos manuales (como el martillo y la llave, que vemos en nuestro ícono). Aquí aludimos, por extensión, a todo “utensilio” mental que nos permita realizar una tarea. – PS.
Tomado de La quinta disciplina en la práctica – Peter Senge
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